domingo, 2 de octubre de 2011

A la cineteca

Tiempo de no subir fotos.. Estas instantáneas son una pequeña vista del camino que solemos a la cineteca en fundidora. La película "Un filme socialista" de Jean Luc Godard. Tengo que ser sincero, dormí varios tramos de la película. Fue inevitable dado que, a parte de que no haber dormido bien y levantarme temprano, no iba preparado para enfrentar un filme que me pareció bastante hermético.

Acaso esté lleno de guiños de ojo al entendido en el tema del socialismo; en un plano horizontal no pude entender nada, acaso y lo más seguro es que de eso se trate, de reunir las piezas paradigmáticamente, en un plano vertical, en donde tampoco pude unir gran cosa. Trataré de dar mi impresión de la película: Europa, Barcelona, Palestina, bella música en varias partes, audio sin edición, planos filmados con cámara casera, división de la película en varias partes, arbitrariedad en el avance de la película e incluso vuelta a un mismo título de capítulo. Cómica, Balzac, realismo, Odessa, literalmente la escena que montó Eisenstein en El acorazado potemkin.. guerra, nazis, judíos, humanismo, caos, mediterráneo.

De una manera que no puedo explicar la película es atractiva, definitivamente la volvería a ver, por lo menos hay un par de escenas que quiero escuchar de nuevo.


martes, 27 de septiembre de 2011

Viva la vida y que sea la paz


Creo en Dios, porque lo busco entre la que asumo su caótica Creación. En estos días me mueve absurdamente una fe, la de la respuesta, del bálsamo que me traiga de nuevo a la vida o me lleve de vuelta a ella: quiero, deseo, anhelo la vida en plenitud, con todo lo que implica, incluso la muerte, pero en plenitud existencial.

Es en esta petición de vida que radica la sustancia del absurdo, porque anhelo paz, pero también la verdad, consciente de que tal vez ésta no tenga nada qué ver con aquella.

Supongo, limitante racional de hombre, que si Dios me escucha no será un lío para él, y es entonces que la fe hace la magia. Humanamente, me mueve un suspiro contradictorio en el cada día; místicamente un solo brazo dirigiéndome, hacia una y todas las direcciones, la muerte y la vida, sufriendo y gozando, pueril y senilmente, pero esto lo describió mucho mejor Borges en el Aleph y la escritura del Dios y yo no tengo idea clara o por lo menos explicable de la existencia de ese brazo.

Mi asunto en estas líneas es, como siempre, confesarme humano y capaz de perdón por ser capaz de equivocarme, aunque sea esto lo que más me haya traído problemas: cada acto o palabra dicha abiertamente, directamente como este texto sin patadas entrelineadas ni pretensiones intelectuales, me cuesta hoy no dar un paso sin una carga de culpa en una conciencia que ya no se si es mía; me cuesta digo, no dar un paso sin herir alguna susceptibilidad en conciencias que ya no se si son ajenas.

No es una queja, al decirme se que me expongo, porque están los expertos en señalar, en decir siempre de los demás y no de ellos mismos; puritanos e hipócritas; expertos en el artificio de la retórica de buenos y malos, del disfraz y la doble moral; los incapaces de verse a sí mismos como los demás, necesitados de la miseria del prójimo para sentirse especiales o menos miserables o ya de a tiro los que por “ojetez” pura encuentran divertido el sufrir ajeno. Sé que para todos ellos, declararse culpable y no libre de cague es declararse carne de cañón. Lo sé porque he incurrido en los mismos vicios, y quién sabe si por un camino que no llegaré jamás a sospechar ni a presentir llegaré incurrir de nuevo: “antes era sólo un niño, ahora soy sólo un hombre” (no me cansaré de citar esta canción).

Parafraseando a Einstein, por todos estos recovecos a los que he ido a dar sin querer a partir de contradicciones irreconciliables me atrevo a decir: acaso la sutileza de Dios es ruda, la malicia una opción de la que la humanidad ha hecho un arte.

Por eso sufro de una tristeza indecible cuando regreso una patada deliberadamente, porque busco la paz, Dios al que busco, sabe que busco la paz y la vida en plenitud.

miércoles, 1 de junio de 2011

Eviscerando la Ciudad Ideal de Jesús Llanes

Por Luis Sánchez



“La teoría de la proporción siempre ha estado vinculada a una filosofía de sello platónico, para la que el modelo de la realidad son las ideas, y las cosas reales son sólo pálidas e imperfectas imitaciones de esas ideas”

(Humberto Eco. Historia de la belleza)

¿A quién se le pudo ocurrir una ciudad como Monterrey? ¿Quién habrá sido el arquitecto de este monumento de extremos: de clima, de economía, de cultura, de idearios? ¿A quién echar la culpa de esta ciudad multiojete? ¿A quién aplaudir sus encantos?

Adjudiquemos, a falta de datos contundentes, la bella y proporcionadamente horrenda sultana del norte a la Historia fatal y veleidosa, de la sensatez y natural evolución, cuyo engranaje, para decirlo con una frase recurrente en los textos de Jesús Llanes, “sabrá el diablo” que fuerza motora activó y tiene vigencia de universo en expansión en medio de hoyos negros.

Describir sus facetas más viscerales es tarea ardua, y como muchos han coincidido creo que el mejor pincel para dibujar la idea primera y germen de realidad es el de la pluma “mentirosa” de la ficción literaria.

Por supuesto hablamos de mostrar el corazón de la ciudad, sus intestinos, sus pulmones carbonizados, su cerebro para adivinarle el alma; no hace falta ser sutiles al hacer los cortes en esta autopsia en vida. Jesús Llanes es el eviscerador que nos muestra en Ciudad Ideal parte de este Monterrey monstruoso. Y aunque llevados de una prosa contundente y a ratos hasta deliciosa, es necesario reiterar que Jesús sacrifica la forma en pro del fondo, como lo amerita la empresa.

I. La ciudad (o realidad)

Monterrey es una ciudad extremosa. Desde el clima: el calor puede sobrepasar los 40 grados centígrados en verano y bajar a menos cero en invierno; hasta el aspecto económico: en monterrey no hay matices económicos, uno puede atestar una colonia de casas suntuosas en un lado de la acera y enfrente un amontonamiento de viviendas levantadas al puro estilo accidentado del comúnmente denominado “paracaidismo”[1]. Por no hablar del crisol de ideas que constantemente tiene a los suyos en pugnas aparentemente inofensivas (léase ciudad del conocimiento).

Llanes hace gala de su capacidad poética para recrear en el lector las sensaciones polares que Monterrey les impone a sus ciudadanos diariamente. Y al hablar de su capacidad poética me refiero a la facilidad con la que maneja todo tipo de recursos: fonéticos, conceptuales, formales, tonales y hasta de yuxtaposición de los cuentos para de manera directa o indirecta llevar al lector a caminar a la sombra del cerro de la silla de la manera más auténtica.

Un ejemplo tonal: Los escenarios y situaciones en donde los actores de la antología Ciudad Ideal se desenvuelven como si fueran una extensión de la fauna y flora regiomontana, son en una parte un calco exacto de la realidad; en otra, una imagen intencionalmente exaltada por la imaginación del autor. Podemos tomar la descripción de El derramadero como ejemplo de lo primero y la del ambiente en donde Tofik Matus pasea a su “muñeca ensimismada” de lo segundo. O la casa de Marta, del cuento Ciudad Ideal y el apocalíptico partido de final del balompié, Monterrey Tigres respectivamente.

Un ejemplo de yuxtaposición: Jesús también explora la fantasía, así en medio de un grupo de relatos en donde predomina la crudeza de lo real inserta un cuento de hechizos y maldiciones, Semana Santa. O entre dos cuentos en donde el proletariado se ve oprimido por las circunstancias opresoras del bolsillo vacío y la tiranía insensible empresarial el relato de una pareja ya entrada en edad, cuya tragedia consiste en ver partir a sus hijas a Europa o estados unidos y ser sentenciados a su soledad en una casa ubicada en un barrio de lujo, a beber buen vino y bailar como un par de locos mientras la muerte les llega.

Ejemplos conceptuales: en este plano Jesús Llanes se regodea en la adjudicación de nombres alusivos a sus personajes: Lino Contreras, Gastón Rey, Sócimo Rivera, Adelina Rocafuerte, Pura Plata, Eva Garza, Procopio. Evidentemente si Adelina Rocafuerte es porque el derramadero es un infierno; Si Gastón Rey porque es jefe y dueño de un hotel en picada; si Eva Garza por su belleza y sus glúteos “pellizcables” a cambio de propinas acomodadas en los senos. ¿Si Pura Plata por tener entre sus manos tanto dinero que no es suyo?

Ejemplos fonéticos: en éste plano, nombres que nos hablan de un linaje fundido en el crisol de razas regiomontanas como: Humberto Montfort, Sóstenes Lombardi, Fredy Cocom, Tofic Matus. Acaso ejemplos frívolos, pero: derramadero, barriada, arroyuelo, ratas y perros en un mismo párrafo para describir el lugar al que Sócimo se aferra inútil e ingenuamente, me suena a una suavidad de nombre en un arroyo tempestuoso de “erres”.

Con este juego de polos opuestos Jesús recrea la cualidad extrema de la ciudad regiomontana indirectamente, reforzando descripciones evidentes como:

El derramadero es una barriada construida por azacanes en el desierto, al poniente de la ciudad de Monterrey, la componen unas 30 casas de madera; la tierra es dura, plagada de grietas y chaparrales.. Al barrio lo atraviesa un arroyuelo de aguas negras cuya podredumbre emboca en el río azul. Antes de llegar al río.. los hombres construyeron como al descuido un muladar, deleite de ratas y perros.

(Apaga la veladora)


..los niños que impacientes esperaron el arribo del domingo retozaban los jardines de las plazas. Otros eran felices asociando figuras con las nubes que se desgarraban por complacerlos.. Y eran los jóvenes, empujados por la idea de acudir al cinematógrafo o a la plaza central quienes engomaban y revolvían sus melenas hasta coronar sus frentes con una serie de picos semejantes a las crestas del cerro de la silla.. La comunidad adulta llenaba las iglesias.. las jacarandas arrojaban su confeti violeta, y los colores de las buganvilias de tan vivos ardían casi.. Autos, bicicletas, autobuses y hasta las excavadoras que devoraban tierra en ese día de reposo parecían también espirituales.

(Mirtala Mía)


En la techumbre de lámina constelada de agujeros, las paredes de madera, el piso de tierra, el tálamo desplumado y el pequeño televisor con pantalla a blanco y negro, vio el desolador presente de aquel viejo amor.. Por la noche la luna era su bombilla (de luz). De un camión pipa que rugía cada tercer día cerro abajo, surtía de agua sus dos únicos cántaros. Cocinaba, si había algo que, con leña y a la intemperie.

(Ciudad Ideal)


De suerte que Cocom era dueño de un BMW.. Después de consumir su adolescencia en prestigiosos colegios locales y extranjeros, logró instalarse al frente de la dirección de una secretaría gubernamental.. .. También poseía un bosquecillo junto a la presa de la boca. Una vez al año vacacionaba junto a su familia en algún país de Europa u Oriente.

(Fredy Rosas)


-En esta hoja vienen los nombres de tres empleados a los que sin consideración debe atornillar hasta que truenen.. ..son unos animales ¡Mírelos! Les cancelaremos los bonos mensuales, la prima dominical; haremos nuevos horarios; las jornadas serán de doce horas..; no dirán nada; ¿Qué pueden decir esas bestias?..

El triste capitán, aún reconociendo que esas medidas, incluyendo las de hostigar a Pura, Eva y Laura.. ..estaban dentro del orden social de Monterrey, se sintió abatido

(Mujeres de Monterrey)


Aprendieron los tres a moverse sin importunarse dentro de la casa levantada con las propias manos del señor Monfort en Residencial contry, un precioso barrio ubicado en las faldas del cerro de la silla.. ..Una noche de otoño el ingeniero arrojó el periódico a la chimenea y encendió una fogata; en seguida sirvió una charola con carnes frías y quesos finos.. Por último descorchó un Brut Premier y sirvió dos copas..

(No estamos solos)




II. La idea

“Yo me atrevo a insinuar esta solución del antiguo problema: La biblioteca es ilimitada y periódica. Si un eterno viajero la atravesara en cualquier dirección, comprobaría al cabo de los siglos que los mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden (que, repetido, sería un orden: el Orden). Mi soledad se alegra con esa elegante esperanza.”

(Jorge Luis Borges, La biblioteca de babel)




En la portada del libro está inscrita la frase que bien sintetiza al universo de relatos:

La noche del 24 de diciembre de un año no peor para ella que los últimos diez,

Marta se sentó en una roca que el misterio puso fuera de su hogar. Imaginó que la ciudad era un pastel del cuál no alcanzó una sola rebanada.

Como para Marta, para la mayoría de los personajes actores en estos relatos, hay algo que no está bien: la desgracia los persigue, los jinetea, les pone trampas hasta que por fin cierne sus fauces sobre ellos y los devora. Sin embargo, este acaecer fatídico no es algo que ataña a Monterrey en sí: la ciudad permanece hermosa, deslumbrante entre las montañas, llena de promesas y sueños.

Un pastel que por un mal sino a ellos no les tocó disfrutar.

La cuerda guía que une a Ciudad Ideal es un peregrinaje de almas sufridas hacia ese pastel con el cual sueñan deleitar un paladar espiritual aunque más no sea con una pizca. El sabor lo adivinan de varios ingredientes clave: amor, familia, heroísmo, honor, integridad moral, estabilidad económica, paz.

Ciudad Ideal (relato)

Parafrasearé a Platón para tratar de describir el germen de la andanza, que comienza justamente en el cuento que lleva el nombre del libro. Este germen surge en un “paraíso remoto”; Marta, la primera peregrina, tiene aún plena consciencia de ese lugar ideal del que vino:

“Recordó las onduladas veredas, los rumorosos riachuelos y la paz de su pueblo en Oaxaca, donde sus amigas, día a día le contaban que rumbo al norte resplandecía la ciudad de las maravillosas montañas. Hoy la punta de una le punzaba el trasero.”

Cabe decir que a la sazón Marta lleva soportando 10 años de miseria en Monterrey, también que justo en ese momento sostiene en la mano una carta en donde un “corazón, atormentado con una flecha” encerraba su nombre sumado al de su marido: “Loreto y Marta”.

También conviene decir que tuvo dos hijos: “uno murió de hambre, otro de frío”. Y que los maltratos de Loreto le causaron el aborto de una niña.

Por último, que está resuelta a matar a su marido y que el proyecto le llena el corazón de paz, la reflexión es de inspiración sanchesca:

“Imaginó que la ciudad era un pastel del cuál no alcanzó una sola rebanada”.

Marta asesina a su esposo porque el ideal no se puede sacrificar:

“No está arrepentida, publicaron los diarios al día siguiente.. ..Mientras en la libertad de su celda leía dentro de un corazón atormentado con una flecha dibujado al pie de una carta amorosa: Loreto y Marta..”

El amor no puede ser mancillado con la realidad miserable que le había tocado vivir, alguien más debería haber tenido acceso a él, alguien más que acaso entonces estuviese involucrado directamente con el resplandor de la ciudad.

Como en una carrera de relevos, Marta pasa el ideal de amor, del que ella sólo tuvo una efímera visión vía una pasión que retrató en una carta, a los personajes de Apaga la veladora, Mujeres de Monterrey y Ciudad del conocimiento. En estos se logra, efectivamente, la consumación del amor en una familia, aunque no la tranquilidad económica ni la paz.

Apaga la veladora

En “apaga la veladora” Adelina Rocafuerte es una viuda que se ve en la necesidad de enterrar a su hijo Sócimo, el que por otra parte ama la vida a pesar de la miseria en donde la perdió, tanto que a pesar de ser ya un fantasma se resiste a partir:

Después de todo había otras cosas en qué pensar, una era recordar a Sofía, quien, calentada por su zalamería prometió no dejar dudas acerca de su pasión por él.

Sócimo no se da cuenta de que está muerto, y mientras el resto de la historia discurre en un ambiente de extremado hastío: por el calor, el domingo de resaca alcohólica en el mediodía, los llantos de la mujer que se queda sola, la pestilencia del río que cruza al poblado, etc. Éste, Sócimo, transmite al lector un sosiego estoico, un panorama de esperanza, o al menos una vitalidad que subyuga toda gana de entregarse al panorama desolador de El Derramadero:

A Sócimo quien haya muerto no le importaba.. por lo demás faltaba poco para encontrarse con su novia.. Sócimo fue al encuentro de su madre, la abrazó y dijo: no exageres, ni que yo fuera el muerto, además al morir papá tú dijiste: el muerto al pozo y el vivo al gozo.

Y para rematar, esgrime la idea con la que pretende abrirse paso de la realidad a la trascendencia, cortar su rebanada de pastel:

Escucha madre, tengo novia; ya soy un hombre. De hoy en adelante no irás a la ciudad a lavar ajeno, seré yo quien salga a trabajar, lo prometo.

Pero Sócimo está muerto a pesar de todo.

Mujeres de Monterrey

En este relato, la mujer, portadora de la luz guía que alumbra el camino hacia el ideal, se sigue viendo ultrajada y con la necesidad de seguir cargando el peso de sus hombres para mantener a la familia. Quienes, si no las maltratan física y moralmente como Loreto a Marta, prefieren cerrar sus ojos ante la terrible realidad que los doblega:

Tres mesas a la izquierda vio a Eva Garza dejarse pellizcar los glúteos por un cliente.. permitía que lo hicieran los clientes distinguidos.. a cambio de una propina deslizada siempre entre los senos.. A Eva, la esperaba un marido holgazán ávido de cerveza y con la costumbre de consolarse de sus desgracias forjando utopías; además de un par de adolescentes insaciables sin escuela ni oficio.

El hombre de bien de la familia emergente es representado en este caso por la figura de Sóstenes Lombardi, el capitán del restauran de un hotel que tiene sus peores días de crisis.

A Lombardi se le pide que presione a tres empleadas para que pidan su renuncia y no tengan derecho a su liquidación, lo que crea el conflicto, debido a que Sóstenes Lombardi es un hombre justo, de integridad para con sus subalternos y con su propia familia:

Un poco más allá.. Pura Plata hacía de las suyas: el uniforme que la distinguía de los empleados corrientes no era obstáculo para que sustrajera algunas monedas de la venta. Sóstenes encubría dichos hurtos a cambio de no verla suplicando a Gastón un préstamo que, sabido era de todos, sería negado.

Al final el capitán prefiere lavarse las manos con la renuncia, no sacrificará su integridad moral, obligando a su mujer a tomar cartas en el asunto:

Sóstenes, aterrado aún por el mundo de afuera, buscó protección acorrucándose junto a María. María, con la certeza de que una vez más su marido había perdido el empleo se levantó.. Nada le impidió abordar un camión rumbo a la exclusiva colonia del Valle, donde no habría de faltarle una mano piadosa que le pagaría treinta pesos diarios por lavar y planchar ropa

Ciudad del conocimiento

Ciudad del conocimiento es la odisea de un regiomontanto al que una circunstancia muy particular de las ciudades impide volver a casa. Y aunque el Ulises de Llanes no tiene necesidad de cera en la orejas para desoír a las sirenas pécoras de los congales de monterrey, le faltó una soga que lo amarrase a un mástil de voluntad ante la pasión que despierta el futbol.

-¿Con qué?... Vamos al estadio ¿o te pegan? No había necesidad de que pusieran a su familia y a sus rayados en la balanza. Su sentido de pertenencia estaba bien definido.

Hasta aquí la andanza por el ideal da un giro: ya en el corazón de la ciudad, el peregrino puede llegar a perder el rumbo, el amor se desvirtúa; la familia no es más que una carga, otro trabajo que hay qué soportar; el honor y la integridad moral son un mito con cimientos de lodo. Nace entonces del imaginario la necesidad de un nuevo rumbo, en este caso heroico, ideal del que el hombre participa como hincha en la justa del futbol.

Semana Santa, Mirtala Mía, Procopio y Fredy Rosas

Es así como una vez más el extremo se asoma entre las líneas de la obra, el fanatismo abstrae a los personajes de los ideales primeros, los quiebra hasta cierto punto y les crea la necesidad de reinventarse, y mientras unos optan por el camino de la total desmoralización:

La familia yacía esparcida sobre las piedras.. Frente a mí tenía a una de las niñas, muerta también.. La comadre Cuquis comenzó todo; fue hacia la camioneta y comenzó a desvalijarla.. ¡Ándele, compadre! No hay carros; no sea tarugo, me dijo. Yo me encaminé hacia el cadáver del señor y lo despojé de cinco mil dólares. Le quité también el reloj, la esclava y un par de anillos; joyas que me arrebató Melquíades.

(Semana Santa)

Él la jaló con violencia. Una vez sometida la arrastró hasta la alcoba donde sin piedad la desnudó.. El joven se deshizo de sus jeans y la penetró con insania:

-¿Te gusta?, ¡Dime que te gusta! –ladró Tofic.

Después de un rato de jaleo la volteó y hundió su pene en la boca.

-¡Chupa, chupa! –bufaba Tofic.

..después de experimentar un popurrí de ricos estremecimientos sujetó el ombligo de Mirtala, luego lo destapó como si se tratara de una corcholata.. el cuerpo de la muñeca.. se desinfló

(Mirtala mía)

Otros optan por el dogmatismo religioso-intelectual:

Por lo pronto invitará a la sanación al primer hombre que encuentre en el camino, le hablará de las búsquedas defectuosas, del camino verdadero; desmitificará lo que los líderes religiosos no se atreven por temor a la bancarrota; le dirá: no hay atajo que conduzca al paraíso; tú eres el paraíso. No existe oración que lleve al sendero luminoso. Sólo yo poseo la verdad absoluta.

(Procopio)

Unos más, abrumados por supersticiones, se sumergen en la angustia hasta alcanzar patologías mentales psicosomáticas:

Pero apenas pisó la calle, se metió en un remolino de temores abstractos. Cayó en una espiral de terror; sudó frío, se le aceleró otra vez el ritmo cardíaco y se le entumeció el brazo izquierdo. ¿Y si muero hoy? Se dijo.. Siguió andando sin dejar de renegar y pensar en episodios fúnebres. Hecha una bruja llegó a un discreto local.. Renato: magia negra

(la cosa buena)

Algunos otros les da por jugar un juego de ideas, meter el polvo bajo la alfombra para mantener reluciente una superficie:

Dejó en la cochera su BMW. Dinora demoraría una hora en llegar. Al entrar a su casa arrojó por ahí el maletín, el saco, la corbata; bajó la cremallera del pantalón, se sacó el pene, tomó el teléfono y como es costumbre desde su primera juventud, marcó un número telefónico desconocido:

-..¿Cómo te llamas?

-Anita. ¿Quién habla?

-..Soy Damián Rosas, Dmián Rosas, Anita. Tengo un pene grande…

..En esto entró (Dinora), junto con Cassandra y Owen..

-¿Cómo estás, amor?

-Tuve mucho trabajo. Me duele la cabeza.

Los labios de los niños buscaron las mejillas de su padre. El recuerdo de Anita revoloteó en la mente de Fredy del mismo modo que lo haría un murciélago sorprendido por el sol.

(Fredy Rosas)

El ideal de opulencia

Son varios los caminos por donde el peregrino se llega a hacer de una estabilidad económica, corona de un montón de batallas libradas a capa y espada. Al señor Monfort, por ejemplo, le ha costado la pérdida de sus hijas al final de sus días, cuando acaso había encontrado por fin el tiempo para disfrutarlas:

Humberto Monfort era un viejo lobo: pensionado, después de transitar por el campo de la ingeniería durante cuarenta años; cuatro décadas de subir y bajar de helicópteros, de tripular barcos, de taladrar el mar desde las plataformas petroleras del golfo, de lidiar con huracanes, de vencer soledades..

..lastimados por el estruendo de las naves que se llevaron a sus hijas, los oídos de Longina desoían la música. Derrotado, el señor Montfort untó el rostro al de su esposa.

-Estamos solos, musitó.

(No estamos solos)

Ricarda descuidó el lado humano que le cuesta luego la estabilidad mental:

Hoy, a los cuarenta y uno.. sus propiedades, joyas, ahorros, no eran suficiente para comprar un minuto de sosiego. Resentida con su suerte había encontrado falsa cura en el trabajo.

(La cosa buena)

El pastel

La distancia siempre ha conferido a los objetos o conceptos una mística que los vuelve atractivos; acaso tenga que ver con la añoranza de los sentimientos prístinos, la capacidad de asombro o conmoción que se pierde conforme la vida, en la cercanía inmediata, se torna una experiencia cotidiana, una rutina.

Creo que los ideales comparten este principio: El ideal será ideal hasta que la realidad profane sus dominios. Se podrá argumentar que mancillado de tal guisa, un ideal no es un ideal auténtico. Sea, mientras la razón se afina, mitos o no, los motivos se reinventan para rehidratar el ánimo, a punta de vacío lo exige la existencia.

Es esta la mecánica a la que Jesús Llanes somete a sus personajes:

monterrey el lugar común donde morir y renacer, donde levantar el sueño y derrumbarlo; Monterrey de esplendor a pesar de la miseria, la soledad, el abuso, la inmundicia, la perversión, la sangre y el miedo en cada esquina; Monterrey idealizada, un castillo de betún de rebanadas infinitas.



[1] Posesionarios ilegales de terrenos.

domingo, 15 de mayo de 2011

El corredor, su prisionero

Tengo que admitirlo: nunca pensé ver culminado mi designio, eso es acaso lo único que me reprocho: debí mantenerme firme, debí mostrar más coraje ante la adversidad. Cuánto llevo en ésta prisión de dos muros, no podría decirlo con certeza, aunque recuerdo con total claridad el día en que llegué. Me condujo el ardid de un espíritu chichimeca, en una noche inesperada. Aprovechando mi somnolencia, se paró ante mis pies, frente a mi cama; una diminuta luz roja en medio de una silueta negra. Al principio no le presté atención, pues sabía, creía, que aquello era una pesadilla. Muchas veces logré difuminar la magia de una, y cuando lo hacía, se transformaba súbitamente en un sueño alegre, sin coherencia. Al percibir la insistencia de la luz diminuta, me incorporé, buscando la manera de fulminarla. Era en ello cuando una fuerza descomunal me empujó hacía mi lecho. Un viento gélido que no me permitía mover, que me asfixiaba. Sentí el peso de la realidad; en verdad aquello era doloroso. Cesó la ráfaga y, aunque sin rostro, percibí una mueca de alegría en la silueta. Una voz ubicua me pidió tranquilidad, me dijo que hay diferentes grados de pesadillas y que yo debía ser menos osado. Ordenó entonces que me levantase y que siguiera los pasos de la sombra. La seguí alegre, pensé que era el comienzo del sueño sin coherencia. Y todo fue al principio como un sueño. Al moverme sentía como si flotara, y viajaba a dónde mi mente se le ocurría. Al final, la sombra tomó el control, y me colocó ante una puerta, en medio de una cañada de la sierra del norte. Ahí escuché otra vez la voz, que refirió su edad y procedencia y que me advirtió dos cosas: lo que acababa de vivir no había sido, del todo, una ilusión; y que cruzar el umbral significaba volver jamás. Fue una trampa maliciosa: su tono era retador y sabía que yo no hubiese podido concebir aquello más que como un sueño. El corredor, pasillo ó la senda, no aparenta tener un final, aunque acaso tiene un comienzo, el del primer paso. Ignoro si existe sólo una entrada o sí las hay en diferentes partes de la tierra. Tendrá algunos tres metros de ancho, y su altura no la podría deducir: los muros se extienden abismalmente hacia arriba hasta confundirse en la oscuridad. No se qué fenómeno provee de luz su longitud sin límites, pero nunca me permite ver más allá de diez metros, por lo que camino como una antorcha viviente: la creencia en que la luz proviene de mi cuerpo es una de mis teorías menos descabelladas. Las paredes son lisas, de matices pardos (a veces me sugieren un azul, un amarillo, otras un café) y, a lo largo de muchos años (por dar una idea del tiempo) de andanza, pocas veces han mostrado algún declive; cuando esto sucede una suerte de emoción me abarca, la misma que abarca en la vida sin muros una variación violenta en la rutina. El aire es más espeso que el de afuera, y debe poseer alguna sustancia capaz de erradicar el hambre, la sed, la fatiga: hace muchos años que no pruebo un bocado o una gota de agua, muchos de mis órganos han perdido funcionalidad o se han adaptado al ambiente. 

Puedes continuar leyendo este cuento en Ni tan ficciones 

jueves, 12 de mayo de 2011

A la sombra de un limón

A la sombra del limón marchito trabajaban. Acaso era ello cierto, porque aunque no hacían algo, el tedio cubría sus empolvados rostros en relieve. No había otra razón para aguantarlo, no otra que la paga, y el compromiso que esto implica. Pero la paga en sí era para ellos remuneración turbia. Hacer algo, cualquier cosa, como el no hacer nada bajo la sombra de un limón, blancos sus rostros y ropas por la tierra, para recibir a cambio dinero, pudiera ser suficientemente bueno para satisfacer su espíritu. Pero también el hecho de formar parte “activa” en algo, algo fuera de lo común, solamente.

Se erguía el viejo árbol entre chatarra sucia y excrementos de perro; entre montañas de monitores olvidados, ya remotos, y cpu´s desmantelados. Nadie, sentían, podría encontrarlos en aquél rincón, donde jugaban a vivir entre la mugre, sentado uno sobre un bloc, el otro sobre la espalda de un monitor.

“Qué bella tarea”, se decía alguno: nadie más que yo podría estar orgulloso de mí, porque nadie entendería el papel que desempeño. El otro a su vez: como gusanos insignificantes, desapercibidos, pero necesarios. Y cuando encontraban este gozo el frenesí emergía desde sus reflexiones; y reían, y se burlaban de los ostentosos que tuvieron suerte, que consideraban gusanos a su vez; o cantaba uno una canción de Sabina mientras el otro tarareaba una de Stratovarius. Y aquello de repente ya no era un trabajo, sino una tertulia improvisada, porque jamás se podría planear esa amenidad, bajo la sombra de un limón.

Pero nuevamente el silencio, el tedio, de nuevo el trabajo y el compromiso, la paga. En esos momentos sentían ganas de dormir, o simplemente divagar, porque la realidad era insoportable.

Ahí estaba Luky, el french puddle agigantado. Roía un pedazo de hamburguesa. Y los Dos volvían de su letargo. Luky es un perro de vida envidiable; sí, Luky es libre. Y cuando pensaban en ello uno miraba la cadena vacía ceñida en el tronco del limón; veía una tortura para el chucho. Luky es un cabrón, seguro las perras lo prefieren, y no se rebaja a ser el líder de una jauría. Esos son pura pantalla, a final de cuentas las crías son de perros que están al margen de la posición perruna. Luky ha de ser bien mamón, las pandillas de perros le han de temer por ser un can desquiciado, que no respeta camaraderías; Luky no ha de valer verga, seguro maltrata a la Deisy; dicen que le pone al Puñalín; a Luky se le ha visto más allá de la avenida, buscando al Bola y trayéndolo de vuelta a casa, Luky es un perro a final de cuentas; pero Luky es más libre que esclavo. Y después de beber agua en un charco Luky desapareció entre la chatarra, buscando otra vez las calles.

Al dar las dos de la tarde comenzaba el ensayo rutinario; la música venía de la casa que está tras el terreno de chatarra. Las canciones las de siempre, cuatro melodías que después de meses de ardua perfección simplemente parecían ser las mismas. O acaso así les parecía a los del limón, porque perdieron todo al ser rutina. Al principio hacían comentarios, entonces lo aceptaban como el sonido de los camiones en las avenidas o el del ladrido de los perros o el de las voces siempre negociantes de sus patrones. Pero vale más la comparación con las campanadas de un reloj; porque cuando los amplificadores se prendían ya faltaba poco para abandonar el terreno, a menudo el limón. Arpegios, percusiones, atmósferas como cánones; melodías luego en la cabeza ¿Sería lo mismo la demás mierda?

Cada noche, antes de dormir, las notas aún yacían en la cabeza de los Dos, porfías, pero ya no tediosas. Se pensaba: ¿Y el ruido de los camiones? ¿Y el de los patrones? ¿Influirán en mí como ésta melodía en mi sueño? ¿Cuánta mierda no estará ahora en mi cabeza? Cuánta mierda mi vida

A la sombra del limón les llegó la tarde. Una jornada más que se iba. A qué fin, pensaban, y uno encontró la respuesta, y esta se le arraigó profundo: cuando muera quiero ser un limón.

martes, 10 de mayo de 2011

Profeta

Desde ahí, se veía a tres personas deliberando, opinando un plano que luego deduje era el del mundo: un pergamino celeste en donde estaba trazada en azul una esfera, con su eje, sus paralelos y meridianos. Dos hombres sostenían el plano, cada uno en su respectivo extremo; entre ellos una mujer, de saco verde, pelo castaño, blanca de piel y ojos sombríos, levantaba una mano enérgica, acaso el ímpetu de su propuesta lo requería. El hombre de la izquierda enfocaba su mirada en una porción de la esfera, palpaba con su mano abierta un punto de ésta. El de la derecha estaba en sus propias cavilaciones, se dedicaba a observar, sin denotar con palabras o gestos una idea; aunque sus ojos, sombríos también, delataban una. Más allá vi la construcción de una gran muralla sinuosa, hecha de bloques gigantescos de piedra amarilla, franqueada por arcos en forma de herradura, arcos regulares, a distancias simétricas. Muy pocos bloques faltaban para terminarla, el trabajo más arduo estaba hecho: ceñir con uno de los recodos el mundo entero; el mundo que habitamos, la tierra. Y aquello era algo difícil de creer, porque el planeta era como una canica en el desierto; cualquiera que lo hubiera visto diría que alguien lo redujo a ser una porción mínima de otra tierra; idéntica a ella pero agigantada.

Pocas personas quedaban en el área de construcción; por sus atuendos, formales en general, induje que eran ingenieros. Daban estos señalamientos a operadores de gruas, operadores que no se veían, porque sólo alcanzaba a ver el mastil, la flecha de los aparatos.

Irónicamente, acaso para infundir terror en un arcaico habitante de la tierra, hacía ahí un día hermoso, con un sol cálido que proyectaba tenues las sombras, la de la muralla, la de mi planeta, la de los hombres sombríos. En el horizonte las nubes eran espesas, sobre un celeste de ensueño