¿Quién no recuerda cuando el pico más alto del cerro de la
silla se desgajó? Ya nos lo habían dicho los geólogos, nuestro icono
regiomontano era un volcán dormido. Pero aquella tarde más bien fue el temblor
el aviso desoído y una semana después 2016 se convirtió en el año de la gran
tragedia.
En mi calle de Villa las fuentes vi cómo la chica que todas
las tardes paseaba a sus gatos con correas fue tragada por un socavón de piedra
hirviente, una imagen que jamás borraré de mi memoria.
Las alarmas instaladas por la administración corrupta que ya todos conocemos sólo funcionaron cuando ya los ríos de roca fundida habían devorado a las colonias que un día fueron adorno de las faldas del cerro, no hicieron más que ponerle un referente auditivo a la hórrida escena.
Todos huían como podían de la lluvia de ceniza y piedras
incandescentes. Creo que sólo el señor que lavaba los coches enfrentaba la
hecatombe de frente, driblando el chaparrón volcánico, saltando cerro arriba
las zanjas que el río de magma abría; el bigote, cabello y cejas grises de
ceniza, la mirada encendida del demente. Le gritaba al cerro que dejara su berrinche,
hasta que lo vi desaparecer tras la tormenta, las fumarolas y los riscos que
emergían de la tierra; los que daban forma a la nueva fisionomía de accidentes
y lomas que hoy conocemos como la brecha de Zampayo, donde fue a dar éste junto
con su helicóptero. El mundo entero fue testigo del suceso: la transmisión en
vivo de la aeronave en picada y el comunicador informando la situación hasta el
último segundo de su vida fue desgarradora y conmovedora a la vez.
Sobra decir que la verdad todo esto no es más que una creación
mía, pero también de ti que te la has chutado. Al recrearla con tu lectura se
volvió un hecho en tu imaginación: el pico desgajado del cerro, el socavón, las
cenizas, las alarmas, el caos ¿Le diste un rostro a la chica de los gatos? ¿al lavacoches
enajenado? Tal vez el de tu vecin@, el de algún familiar o conocid@ ¿Imaginaste
la voz del tal Zampayo describiendo el panorama hasta perder la transmisión?
Es esta capacidad de crear y recrear la que para mí es la
raíz de la mentira. La mentira, pues, nacería de nuestra capacidad creativa.
La tragedia ficticia con la que abrí, suponiendo que no me
haya confesado, es un caso en el que podemos separar la verdad de la mentira
con toda la facilidad del mundo, pero ¿qué pasa con aquellas cuya sustancia es
sutil, que bien podrían pasar por verdades?
Cuando allá por el año 63 a.c. en la antigua Roma a Cayo
Julio César se le confirió el título de pontífice máximo, a su esposa Pompeya
le tocó celebrar, como anfitriona, las fiestas de la Bona Dea. La tradición
decía que a estas fiestas sólo podían acudir mujeres, lo que no impidió que un
tal Clodio Pulcro se infiltrara vestido de mujer con la intención de seducir a
Pompeya. Por ahí se decía que a Pompeya como que no le desagradaba este Pulcro,
pero con todo y eso la historia registra que el truhan fue sorprendido antes de
llevar a cabo su objeto, se le encarceló y fue llevado a juicio por su
atrevimiento, del que luego fue absuelto. Entre otras cosas quesque por falta
de pruebas contundentes. Sin embargo, el sumo pontífice sí se divorció de
Pompeya, argumentando que la mujer del César debe estar sobre toda sospecha. De
donde luego nació la expresión esa de que “La mujer del césar no sólo debe ser
honesta, sino parecerlo”.
Suponiendo que esta haya sido efectivamente la motivación
del divorcio, ante el dilema, el César no tenía más de una alternativa, a
reserva de que alguien pudiese darle una prueba tangible a él y en este caso al
pueblo que le sustentaba el título. Independientemente de lo que haya sucedido en
la celebración, César debía tomar la decisión considerando, recreando
mentalmente, que Pulcro pudo haber copulado o no con Pompeya; pero sobre todo,
al fin máxima figura pública de carácter moral y político, lo que ésta
posibilidad representaba para su pueblo (Con esto también hubiera podido
Schrodinger ilustrar el rollo ese cuántico).
Lo contrario a aquella canción de Luis Miguel, en donde el
enamorado le exige a la amada una historia verosímil para creerle, para perdonarla,
la exigencia de su convencimiento a base de mentiras. Culpable o no.
Sucede pues la mentira sólo en un plano conceptual, mental,
creada gracias a nuestra capacidad de significar sustentada en códigos de
códigos; a diferencia de la verdad, que yo pienso que Es independientemente de
nuestra imaginación, inferencia o creencia. Yo lo veo así: fuimos arrojados
fatalmente a un mundo que no tiene el menor respeto por nuestros sentimientos ni
pensamientos, snif. Le valemos err y pienso que seguirá rodando después de que
muera yo tal cual siguió rodando luego que desaparecieron los dinosaurios y
Ptolomeo. A esto yo le llamo la voluntad de Dios, misteriosa e inasible, pero esto
es cosa mía.
Pienso que gracias a los grandes mentirosos mucha gente anda
por ahí buscándole tres pies al gato. Esto es serio. Hitler, entre muchos
otros, se valió por ejemplo de “los protocolos de los sabios de Sion” para
justificar su odio al pueblo judío y propagarlo sistematizadamente para luego
proponer su “solución final”. Quien esté familiarizado con el tema, sabrá que
estos protocolos son parte de un libro cuyo contenido fue extraído por
sabequién de la obra satírica y literaria “Diálogo en el infierno entre
Maquiavelo y Montesquieu”, de Maurice Joly. Sin embargo, hasta hoy hay quien
defiende su validez y ve en él la prueba irrefutable del plan maestro judío
para conquistar al mundo.
Hay muchos ejemplos de cómo es que grandes grupos de
personas de cultura heterogénea se unieron alrededor de algún relato inventado para
hacerse fuertes y emprender campañas de conquistas permanentes; o de a tiro
sólo para justificar su existencia con grandes y costosas empresas; o sólo para
obtener ventajas de alguien o algunos; o... Póngale usted al relato el nombre
que quiera.
Lo cierto es que en estos días tenemos a mucha banda pagando
a plazos y con plata metafísica un terrenito en ese vecindario de lujo a donde
van los buenos después de morir. Los buenos según X, que deben matar a los que
no creen en lo que ellos porque eso dijo X que agrada al todopoderoso. O los
buenos según Y, que deben convencer a su prójimo de que están mal y que deben
ser como ellos porque el vecindario ultramortuorio tiene cupo limitado. O los
buenos según Z, que deben dejar que todas las niñas vírgenes sean desvirgadas
por él porque eso agrada al supremo.
Tenemos a la mujer que encuentra en el hombre que la sobaja
y viola a su hija pequeña una cruz que debe cargar con ojos cerrados y el
corazón abierto, sin quejarse, sin avisar a las autoridades, porque eso es el
amor, qué no.
Tenemos a l@s que creen que la felicidad y plenitud
existencial están en la marca de celular, de ropa, de carro, de mueble y
sobregirarán todas sus cuentas para alcanzarlas; o tras la pluma que condiciona
la entrada a un exclusivo fraccionamiento, del que sueñan serán vecin@s y l@s
hará mejores personas; o tras el escritorio desde donde se puede humillar a l@s
demás; o en el título que l@ acredita como lic, ing, med, abg, soc, prof, etc a
pesar de la nula vocación en cualquier área del quehacer humano; Y así un largo etc.
A pesar de todos estos “encomiables” motivos y empresas, y recordándoles
que todo es a partir de una reflexión personal, de banqueta, no erudita; porque
sé que muchos grandes pensadores a lo largo de los siglos han profundizado en
el tema, doy con el “hecho” de que la mentira no es mala en sí misma (ni buena
ofcurs). A quien de entrada la juzgue como tal ¿Qué pensará de los que
organizan una fiesta sorpresa a un ser querido? Porque para efectos de la mayor
alegría y regocijo de éste aquellos le tienen que mentir. Se dirá que en este
caso se trata de una broma o un chascarrillo, (yo pienso que primero es mentira
y luego broma).
Un ejemplo menos frívolo. Supongamos que Elvis, un ciudadano
americano en E.U., esconde en su casa a Juan, un mexicano buscado por una turba
de racistas para “deportarlo” pero al más allá. Supongamos que en sus pesquisas
uno de estos brutos supremacistas le pregunta a Elvis si sabe dónde está Juan.
Elvis MIENTE, le dice que no. Juan se salva. Los que creen en una doble
naturaleza humana podrán decirme que es preferible matar el cuerpo que el alma,
pero ahí ya entra la fé y las creencias y dogmas y mi reflexión trata de ser
racional; insisto, “trata”.
O qué pensará de la naturaleza misma, que ha proveído a
ciertas especies del arte del engaño para esquivar la muerte que les acarrean
sus predadores. En el mundo animal y plantae, para estos efectos, muchas
especies inofensivas han desarrollado disfraces para asemejarse a otras que son
peligrosas o repugnantes, a este fenómeno se le llama mimetismo batesiano. Por ejemplo,
la mosca de las flores (Syrphiade), que engaña a sus predadores imitando el
aspecto de una avispa: tiene el aspecto, pero no el aguijón; o las falsas corales,
víboras que se asemejan a la serpiente coralillo: tienen los colores, pero no
el veneno. Me dirá tal vez que los animales, no humanos, se mueven por instinto
y que no hay en estos casos una voluntad consciente de engañar. Yo digo que si
no hay la voluntad de ellos, por lo menos sí de la naturaleza, porque no veo en
el hecho del mimetismo batesiano una casualidad sino más bien una causalidad
que insisto, vaya a saber a qué obedece en última instancia.
Y concluiría yo de estos ejemplos que la mentira es también un
medio, una herramienta de convencimiento para llevar a cabo un determinado fin,
el cual sí podría ser interpretado como bueno o malo según el código moral que
se le quiera aplicar.
¿Qué se dirá del que miente sin tener en mente un fin? ¿Será
que no siempre la mentira es un medio? Puede que haya quien lo haga, pero no le
quita a la mentira la propiedad de herramienta. Pensemos en un hombre que dice
a su esposa que estuvo sentado viendo la tele toda la tarde mientras esta no
estuvo en casa, pero en realidad se la pasó recostado en cama. Supongamos que
sabemos lo que piensa este hombre, y no hubiera la menor duda de que mintió
simplemente para significar que se la pasó descansando.
Imagino en este caso a un malabarista que usa martillos en
vez de pelotas. El martillo es una herramienta para potenciar energía en un
golpe, te puedes servir de él para construir una silla, colgar un cuadro en la
pared, defenderte de alguien más fuerte que tú incluso o construir artificios
para tortura del prójimo; por supuesto nadie dice que no se pueda hacer
malabares con él, aunque su finalidad primordial quedaría nulificada. Con todo
y esto, un mal cálculo, y podría pasar que el martillo golpeara al malabarista
en la cabeza. (Sería nomás por esto de
que mentir pueda ser una “actividad peligrosa” que podría yo justificar
racionalmente el mandamiento católico ese de No mentirás o darás falso
testimonio, de lado lo del cuerpo y el alma. No tanto porque sea malo mentir en
sí pero más que nada como medida precautoria).
Y pues bueno, luego de estas reflexiones impresionistas, ya
podríamos esbozar una definición propia acerca de lo que es la mentira, y unos
cuantos axiomas puestos a consideración del que los quiera refutar (sería un diálogo
más que bienvenido). Mentira es:
-Una afirmación verbal o no verbal, que busca engañar al
receptor o receptores, acerca de un hecho que no fue o no es; o que sucedió o
sucede de manera que no corresponde a la realidad.
-Sucede gracias a nuestra capacidad creativa, sustentada en
la significación que le atribuimos a todo lo que nos rodea.
-Sucede sólo en un plano conceptual
-No es buena ni mala en sí misma
-Es un medio por el cuál se alcanza un fin.
Como dice el meme ese, change my mind.