domingo, 9 de septiembre de 2018

Tomando conciencia. #1 unidad y multiplicidad


La presente entrada es un primer paso que doy en un viaje cuyo destino a largo plazo no tengo idea de a dónde me llevará. Igual te invito, apreciad@ lector, a emprenderlo conmigo.

Como aquél gran astrónomo y divulgador científico que fue Carl Sagan, te invito a que nos situemos, vía la nave de la imaginación, fuera de nuestra galaxia.

Más aún, fuera de nuestro universo: el multiverso.

¿Tendrá límites ese gran barrio de barrios (déseme chance de usar esta terminología)? Hasta hace relativamente poco se pensaba que el universo era la casa de todo lo que existe. Pero al parecer no es más que otra JURISDICCIÓN cósmica, un pequeño sitio entre la vastedad de otros universos.

Compartirás, querid@ lector, el vértigo que experimento cuando pienso en nuestra pequeñez, que por otra parte tampoco es LA PEQUEÑEZ.

Pero no nos distraigamos.

Los científicos han descubierto que las leyes físicas que se consideraban universales, es decir que regían lo mismo en este planeta que en los de los demás sistemas solares y galaxias, sólo tienen validez en cierta demarcación cósmica.

Dicho de otra manera, si aquí 2+2 es simple y sencillamente 4, allá, en aquellos lares allende los límites del universo, ese enunciado no tiene sentido. Por no hablar de las leyes de la termodinámica ni todas las fórmulas que sustentan la ingeniería y demás maravillas tecnológicas que hacen posible el milagro de nuestra civilización.

Pongamos atención a este hecho cósmico: lo que funciona muy bien en una parte, no necesariamente lo hace en otra, y esto es algo que, ya sea por sentido común o porque estamos programados para funcionar de acuerdo a la armonía “caótica” multiversal, nosotros, animales sublunares, aplicamos diariamente en nuestra pequeña parcela del cosmos que es la tierra.

Pero sigamos nuestro viaje. Demos un gran salto e internémonos en nuestra galaxia. Hermosa, pero no nos interesa apreciarla esta vez. Si bien no se cual sea el destino de esta aventura a largo plazo, sí sé cuál es la demarcación a donde quiero llevar esta nave hoy. De manera que nos internamos en nuestro sistema solar, el barrio donde la tierra y los planetas vecinos giran alrededor del sol.

Esta es la danza que han observado los astrónomos a través de las centurias para establecer las leyes de las que dijimos algo arriba.

Y de pronto, estamos en un lugar conocido. Un rincón de la inmensidad universal donde no necesitamos un traje presurizado para sobrevivir. Podemos andar desnudos sin temor a que nos estalle la cabeza o nos congelemos (con las obvias excepciones), la tierra.

Aquí todos sabemos que estamos pegados por la fuerza de gravedad a la superficie. Entendemos que la energía vital proviene del sol y nosotros, los humanos, la absorbemos gracias a la fotosíntesis de las plantas, las que también proveen de oxígeno al aire.

Entendemos que hay 6 continentes sobre los que se ha dado la civilización humana. Y aquí es necesario detenernos otro tanto, ya que nos internamos en un ámbito que cohabita con el de las leyes naturales.

Como humanidad semos una sola entidad, pero situados imaginariamente en el límite que nos separa de otras especies y de cara a la nuestra, alcanzamos a divisar asimismo un mundo de diferencias entre unos y otros, en una dimensión diferente al de las leyes físicas: “costumbres, ideas, creencias, cultura, conocimientos científicos y técnicos” De manera que se puede hablar de la civilización Maya, azteca, inca, totonaca, árabe, africana, asiria, etrusca, romana, griega, bizantina, occidental, oriental, china, celta, egipcia. Etc, así como de sus raíces y las culturas descendientes de las mismas.

Y dentro de cada civilización podemos encontrar multitud de complejos sistemas sígnicos, morales, espirituales, de gobierno; ismos, costumbres, economía, intereses etc.

De pronto, lo que a la distancia parece ser un orden muy cercano a nosotros, vuelve a insinuarse como un caos.

Pero prosigamos.

Nuestra nave vuela ahora sobre el continente americano. Desde el aire es una tierra sola, pero para efectos de nuestra gesta nos ajustaremos a los límites territoriales que la civilización le ha impuesto a lo largo de la historia. 35 países soberanos, 23 dependencias de países europeos. Cada uno con sus leyes, su forma de gobierno, sus costumbres, su lengua, sus alianzas etc.

Nos detenemos sobre México. Le damos zoom a nuestro panel de monitoreo imaginario, y ahora se nos aparece un pedazo de tierra en forma de cuerno de la abundancia, subdividido a su vez en 32 estados federales.

Me dirás lector, que el viaje es deprimente, que de la grandeza del universo y sus leyes místicas pasamos luego a hablar de pactos federales, divisiones políticas, imposiciones humanas a la grandeza de la naturaleza.

Le contestaré que Carl Sagan le puede devolver en un instante a las maravillas del universo y las ciencias exactas en el siguiente link.

Para nosotros, es preciso hablar un poco de México, la entidad en el universo en cuyas entrañas puedo decir que tengo mi hogar.

Ubicándonos en un plano histórico, podríamos decir que México es el resultado, como muchos otros países, de una larga tradición violenta.

Antes de ser México era sólo una extensión de tierra habitada por la civilización prehispánica, donde también por supuesto se practicaba la violencia. Luego llegaron los españoles y en nombre del Rey y del papa se proclamaron dueños de ella, esclavizaron a los nativos y la llamaron Nueva España, donde se prefiguró una primera línea territorial. Posteriormente los habitantes de ese vasto territorio se independizaron de España, por supuesto a base de trancazos y mucha sangre, y fue entonces que se dio otra delimitación jurisdiccional de esta tierra, que después, a mediados del siglo XIX llevaría el nombre de México. Ya para entonces el devenir de un ideario y una historia específica, desprendida precisamente de ese choque cultural de dos civilizaciones, la europea y la americana precolombina, se cocía en una identidad que hasta la fecha, yo lo veo así, sigue siendo una no identidad.

Pero de nuevo, debo ponerme freno para continuar.

Hoy en día México es oficialmente Estados Unidos Mexicanos, una república democrática, representativa y federal, compuesta por 31 estados y una capital federal que hasta hace poco era un distrito federal.

Ya más adelante nos sumergiremos un poco en lo que quiere decir eso de república, eso de democrática y eso de federal. Eso de distritos y capitales. Y verificaremos, cada quien desde su respectivo criterio, si es que vivimos de mitos o realidades.

Y pues bueno, platicando de estas cosas ni nos dimos cuenta y ya estamos en Nuevo León. Uno de los 31 estados que vía el pacto federal es una pieza del rompecabezas que se llama México. Soberano, libre, compuesto a su vez de 51 municipios. Su cabecera se encuentra en la ciudad de Monterrey, desde donde legislan como representantes de todos los ciudadanos nuevoleoneses, en el H. congreso, 42 diputados.

Aquí vivo yo, en Monterrey, que a huevo, está a su vez conformado por colonias, fraccionamientos, barrios, distritos electorales y demás. Una exópolis han dicho. Yo no entiendo mucho de geografías; entre otras cosas y precisamente para eso emprendo este viaje.

Sé que cada día trabajo para ganarme lo que se conoce como el pan de cada día, o esa energía vital que se desprende del sol. Aquí, como en toda la tierra, creo, todo tiene “precio”. Soy parte de una comunidad con reglas que ya estaban convenidas cuando comencé a interactuar propiamente como ciudadano, y me desenvuelvo a veces bajo protesta y a veces a mi manera, sin saber cuánto de mí es inercia del movimiento citoplásmico que arrastra todo el pasado a mi espalda.

Los ídolos a los que se venera cotidianamente en este rincón geográfico de la tierra son muchos y de muy distinta índole. Por solo mencionar algunos: el estudio, el trabajo, el asador, las chelas, “la banda norteña y los carros del año”, la lana, tigres o monterrey fc, etc. 

Como estoy seguro sucede en la otra cara de la tierra, tenemos una necesidad colectiva y servimos, de una u otra forma, a nuestro devenir histórico así movamos un dedo o no.

Pero bueno, de nuevo ando saliéndome del tema.

Aterrizamos en las entrañas de un distrito, donde se encuentra la casa que habito físicamente. Ya sin imágenes. Aquí están las calles que suelo recorrer a diario, la tienda en donde compro las tortillas, la fruta y la verdura; están las taquerías; la autoridad uniformada que detiene a los coches para que pasen los transeúntes, entre otras cosas; los parques, los cines, los bares, los edificios. Estamos en el distrito 6. El viaje, desde aquí, lo seguiremos a pie.



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